Venus Williams tiene siete títulos individuales de Grand Slam y 14 de dobles cosechados con su hermana Serena, además de cuatro oros olímpicos. Tiene también 45 años, muy por encima de la media de las mejores de la WTA y suficiente para que sean frecuentes las preguntas que cuestionan que siga en el circuito o el porqué. Pero la respuesta de la tenista, que dio recientemente en un torneo en Washington, donde volvió a competir tras 16 meses alejada de las pistas, acalla cualquier comentario negativo, sobre todo los edadistas. “¿Por qué no?”
Con esa filosofía, y una invitación del Abierto de EEUU, la mayor de las Williams ha vuelto al torneo donde debutó hace 28 años, a los 17, y donde ha comparecido en 25 ediciones. Se ha convertido así en la jugadora de mayor edad en individuales en las pistas neoyorquinas desde que Renee Richards jugó con 47 años en 1981. Y pese a caer el lunes en primera ronda frente a Karolina Muchova, undécima cabeza de serie, nacida solo un año antes del debut de Venus en Flushing Meadows, era una derrota donde la estadounidense exudaba orgullo.
Pese a un inicio lento y un saque desafinado que incluyó siete dobles faltas en el primer set, que se le fue con una de ellas, Williams se resistió a tirar la toalla. En la segunda manga enmendó problemas, puso más control en su raqueta y en su fuerza, dominando más los puntos, y alargó la esperanza, dando alas a un sueño por el que jaleaba un público entregado y el actor Andrea Preti, su novio. Y ese sueño lo cortó Muchova en el tercer set, después de dos horas cerradas con el 6-3, 2-6 y 6-1 definitivo, pero incluso perdiendo Williams también había ganado.
Lágrimas
Lo explicaba luego en la sala de prensa, hablando de su retorno a las pistas tras ese parón que incluyó a finales del año pasado una operación para eliminar fibromas uterinos. Ese es solo uno de los problemas físicos que a lo largo de toda su carrera han lastrado a una tenista con mala suerte con lesiones y salud, que en 2011 fue diagnosticada con síndrome de Sjögren, una enfermedad autoinmune que puede causar dolor crónico en las articulaciones.
“Para mí volver a la pista es darme una oportunidad de jugar más sana. Cuando juegas y no estás bien de salud entra en tu mente. No es sólo cómo te sientes, quedas atrapada por tu mente también… Por eso…”, continuaba antes de que se apoderara de ella la emoción, y, tras una pausa, concluyera con lágrimas en los ojos. “Ha sido bonito ser más libre”.
"Hacer lo que quiero"
Es una sensación que, de momento, no parece dispuesta a abandonar. Y reconoce que no quiere viajar largas distancias, ni jugar en alturas elevadas, lo que limita mucho cuándo y dónde podrá vérsele de nuevo, pero no da señales de ir a colgar la raqueta, algo que su hermana Serena hizo, con 23 grandes a sus espaldas, en 2022.
“Mi meta es hacer lo que quiero hacer”, ha dicho estos días también, cuando su determinación ha ganado alabanzas de otros tenistas, como el estadounidense Frances Tiafoe, que decía que “ver cómo ama el juego aún a su edad es asombroso” y que “es una maravilla verla ahi fuera aún”.
Lo que ha querido Venus ha sido prepararse a conciencia y ha pasado los tres últimos meses, según ha explicado este lunes, “sin hacer nada salvo entrenar, sin salir a cenar, ni ver amigos”. Con los partidos en Washington y Cincinnati ha intentado quitarse de encima “el óxido”, pero en ese empeño es consciente de que “hay un límite en lo que se puede conseguir en tres o cuatro partidos”.
Quizá en sus consideraciones de seguir adelante jugando entran otros cálculos, pero públicamente al menos Venus no habla de ellos. Y sus palabras apuntan a decisiones muy personales. “Nunca dejas de aprender”, decía este lunes; “yo sigo aprendiendo de mí misma”.
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